Investigación intercultural
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Espacio de Opinión

 

¿A PRUEBAS ME REMITO?

En parte, la relevancia de la discusión ontológica en la evaluación educativa se debe al rol que cumple en las prácticas cotidianas que sustentan el desarrollo personal del estudiantado. Cuando la discusión sobre un objeto del mundo sólo se observa desde la construcción de conocimiento sobre él, se está dejando de lado la discusión sobre cómo nos relacionamos íntimamente con ese objeto. ¿Cómo construyo mi propia identidad en torno a mi relación con la evaluación educativa? Esta pregunta implica reconocer que somos producto de nuestros procesos de negociación cultural cotidiana, con el sistema de representaciones arbitrarias de la sociedad en la que habitamos. ¿Soy una buena estudiante?, ¿qué me hace doctora? ¿es el título, el examen, el proceso, el Fondecyt?, ¿cuál es mi relación con los procesos de evaluación que me envisten formalmente como tal?

Esa discusión, necesaria e incierta, subyace y supera a la mera construcción de conocimiento. Se sitúa al centro del ser: cómo nos constituimos y cuánto resistimos al centramiento mediático de las identidades que habitan en la periferia de lo que se considera correcto, útil para la sociedad, para su desarrollo… ¿para nuestro desarrollo?

Así, la ontología -el ser- no puede estar ausente de la discusión sobre la evaluación educativa. No es posible, puesto que el poder estructurante de las políticas permea las acciones cotidianas que vivimos dentro y fuera del aula. De ahí el valor de las emociones, en la construcción de sentido sobre nosotros mismos, los otros y nuestras relaciones humanas.

Más allá del aula, ¿cómo sabemos si somos buenos estudiantes?, ¿a pruebas me remito? ¿Pero por qué?, ¿por qué necesito pruebas?, ¿no me basta con la curiosidad?, ¿con la apertura innata de los sentidos frente a la novedad, a lo diferente?, ¿no basta con la inocencia?... ¿Hasta cuando permitiremos que sea un número arbitrario y ajeno el que nos diga quiénes somos?

 

 

Por Susana A. Oñate Escobar
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